Nuestro último romántico fue Carlos Roxlo (1861-1926). Verboso, oratorio, dilatadísimo, patriótico, realista a su modo, sólo el Andresillo se ha salvado un poco del irrescatable olvido. Quiso incorporar a su verbo caudaloso toda nuestra naturaleza y toda nuestra historia. Intento desmesurado de un alma vibrante que, herida por el dolor de vivir, rompió violentamente sus amarras con el mundo.
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