No sin conmoverse, los niños aprenden de este perro blanco y lanudo, su lección de fidelidad en una esquina montevideana. Hace varios días que el otro perro, quizás su compañero de correrías, ha caído para siempre víctima de un accidente. No hay manera de llevarle comida, ni forma de sacarle de esa situación, como tan poco han sido fructuosos hasta ahora los esfuerzos para retirar del lugar del hecho al perrito muerto. Pero de todos modos el espectáculo debe llegar a su término y la lección aprendida o no, deberá suspenderse, cuanto antes mejor. Siempre será menos triste sacar uno que dos perritos muertos.
NOTA: Esta fotografía, con su pie de página, salió publicada en un diario montevideano el 15 de diciembre de 1958. Por desgracia no sé cual es el diario dado que su nombre no consta en el recorte que tengo en mi poder.
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